martes, 16 de junio de 2009

Levinas la condición de lo humano

La condición de lo humano.

Ser humano es ser en el mundo, ser para y con el mundo, ya que el hombre es inherente al otro, es decir el que está afuera y el que está dentro. La condición de lo humano en Levinas se presenta como un prisma donde la multiplicidad da lugar a las experiencias más disímbolas: dolor, alegría, amor, odio, felicidad, desesperanza, paz, armonía, sufrimiento, bienestar.
Para Levinas el rostro del otro es carne singular y única que contiene una ley en sí. Una ley heterónoma que me obliga a través de un mandato que me dice “no matarás”. El rostro no puede ser reducido al Mismo, es decir, al “yo”, porque siempre lo trasciende. Por eso es anárquico: desarregla el orden de la inmanencia de los horizontes de mi mundo. Abre a la pluralidad. Los derechos de este rostro no derivan de una abstracción lógica: “este es un ser humano, por lo tanto tiene tales derechos que debo respetar. Esa es la ley”. No se trata de remitir este rostro a una sustancia individual o a una esencia metafísica “naturaleza humana” como diría Kant que sustenta los principios éticos, para reconocerme, por ende, obligado ante él. Se trata de dejar que esa singularidad única y trascendente del rostro establezca su ley sobre mi mismidad. El rostro es una “huella”, una ausencia que me visita, que me adviene de otra parte. Es la posibilidad de romper el eterno retorno de la ipseidad[1], el aprisionamiento insaciable del discurso de la mismidad, la alternativa de distensión del yo individual del sujeto moderno centrado en sí mismo, origen y fundamento de las instituciones modernas. No se trata de que el otro tenga derechos porque yo se los reconozca o se los respete, ni siquiera de que los tenga por ser miembro de la especie humana biológica. Se trata de los derechos de un rostro que hace estallar los principios morales centrados en la autonomía racional o en cualquier ontología porque es la modalidad de la trascendencia. El otro, que es rostro de carne, se percibe en la sensibilidad que es gozo y herida ante la vulnerabilidad de su rostro. El rostro del otro es un “subversión irreversible”[2] de donde emerge el más allá del orden político dominador, del orden inmanente del ser, y que exige una nueva construcción política, jurídica, económica y ética.
El rostro es anterior a la ciudadanía y los derechos fundados en ella, tanto como la alteridad del rostro del otro es anterior a mi libertad. Del rostro del otro brotan los derechos humanos, porque es el rostro del otro quien constituye lo humano que hay en mí. Para Levinas la ley no proviene del consenso de las libertades, ni del contrato, ni del estado, sino de la “sensibilidad de la carne expuesta del rostro del otro de su vulnerabilidad que es anterior a mi libertad, anterior a todo derecho cívico”.


1 Afirma Emmanuel Levinas “¿No es la ipseidad, al mismo tiempo que origen absoluto, insaciable retorno a sí, un aprisionamiento de sí por sí?” Levinas, Emmanuel. Sobre Maurice Blanchot. Mínima Trotta. Madrid.2000. p 57.
2 Confrontar el artículo “¿Comprar para ser felices”?, publicado en el boletín virtual del Vicerrectorado de Medio Universitario (VRMU) de la Universidad Católica de Córdoba, Septiembre de 2005. Www. uccor.edu.ar
Bibliografía citada
Levinas, Emmanuel. Ética e infinito. La balsa de la medusa. Madrid. 1991
Levinas, Emmanuel. Entre Nosotros. Ensayos para pensar en otro. Pre-Textos. Valencia. 1993


[1] Levinas, Emmanuel (1991). Ética e infinito. La balsa de la medusa. Madrid.
[2] Levinas, Emmanuel (1993). Entre Nosotros. Ensayos para pensar en otro. Pre-Textos. Valencia.

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