Definitivamente el tema de la ciudadanía es muy actual, por que implica diversos y variados aspectos, desde los filosóficos, hasta los pedagógicos, politicos, culturales, etc. De fondo parecen estar proyectos de tipo universalistas, y los de tipo relativista. El eterno dilema de la unidad y la multiplicidad, del nacionalismo, frente al cosmopolitismo. Pienso que como muchos problemas, se resuelve con un equilibrio entre ambas posturas. No podemos negar la unidad de las personas, por que, en efecto, nos desarraigamos, perdemos identidad, no sabemos quienes somos, de donde venimos y hacia donde vamos. Pero por otra parte, tenemos el reto del otro, del prójimo, del diferente, del extranjero, que parece ser una amenaza, un enemigo del cual hay que cuidarse. Sin embargo, la época actual nos obliga por un lado, a la apertura del otro, pues el mundo se ha globalizado, y cada vez más nos ponemos en contacto con los que son diferentes y extraños a nuestra realidad. Pienso que una concepción de ciudadano de mi lugar de origen y ciudadano del mundo, tendrá que ser cada vez una conciencia en la que debamos de crecer, entendiendo por ciudadano del mundo no aquel que viaja por todo el mundo, de turista, vagando sin sentido, sino aquél madura la idea de encontrarse en un mundo cada vez interrelacionado, con interfencias, cruces, etc.
Donde los pensamientos son cada vez más diversos, el encuentro entre las culturas más cotidianas, aunque no de una manera paritaria, ni uniforme, pero que nos invita a vivir lo diferente, lo nuevo, lo extraño, lo diverso. En este sentido, nuestra formación deberá favorecer el arraigarnos en nuestra identidad, costumbres y tradiciones, pero sin caer en un etnocentrismo, sino abierto al otro, para comprenderlo, aceptarlo y crecer junto con él. Nuestro tiempo, como en otras épocas, esta cambiando, y nos esta llevando hacia un cambio de mentalidad, no para la autodestrucción de nosotros mismos, sino para seguir de camino, juntos, la humanidad, hacia un destino, que de momento parece incierto.