miércoles, 3 de junio de 2009

¿QUIÉN SE PUEDE DECIR CONSUMIDOR?

En los últimos años, sobretodo, a partir el capitalismo se ha venido determinando a un cierto grupo de personas con el nombre de consumidores, ellos pertenecen a ese grupo tal vez de forma involuntaria, ya que no se adhieren a él por propio gusto o interés en común, más bien forman parte de los consumidores por tener ciertos rasgos afines a otras personas, que en algunos casos ni saben de su existencia, ello a su vez ha provocado la generación de la cultura consumidora, la cual “es la forma en que los miembros de una sociedad de consumidores actúan irreflexivamente, o en otras palabras, sin pensar en aquello que consideran el propósito de sus vidas y en los medio más adecuados para alcanzarlo”, encontramos que todo consumidor es irreflexivo en su forma de adquirir bienes materiales, ignora u olvida su verdadera felicidad, sus verdaderos intereses en su vida; es cierto que un bienestar económico conlleva tranquilidad, lo cual conduce a la felicidad y realización humana, pero no por ello consideramos a lo material como el fin último de nuestra existencia, en su posesión.
Este ambiente que en poco tiempo se ha convertido en cultura, ha rebasado límites socioeconómicos, al punto en que sin hacer una diferenciación de clases sociales, de género sexual o algún otros, la cultura consumista ha ganado terreno y se ha colocado como un modus vivendi para alguna parte de la población, incluso “en esta sociedad, el consumo como vocación es un derecho universal y una obligación humana que no admite excepciones. En este sentido, la sociedad de consumidores no reconoce diferencias de edad o género ni tolera (por contrario a los hechos que parezca) n reconoce distinción de clase”. Estas aportaciones nos conducen a pensar en el grave problema en el que nos encontramos, pues además de vivir en una cultura consumista se encamina a la adopción de una cultura de la imagen, en donde ya no soy yo sino quien quiera ser ahora según las necesidades que exija la sociedad consumista, ya no soy yo sino lo que tengo o visto, o en otras palabras, lo que consumo.
De ahí que consumir se vuelve en una necesidad prioritaria e incluso se vuelve un fin, pues a través de dicho consumo alcanzo un nivel más alto en mi status quo, por lo tanto “consumir significa invertir en la propia pertenencia a la sociedad, lo que en una sociedad de consumidores se traduce como “ser vendible”, adquirir las cualidades que el mercado demanda o reconvertir las que ya se tienen en productos de demanda futura”, incluso se puede caer en el riesgo de que el Yo quede objetivado y pueda ser un accesorio nuevo para alguien más, para un Tú que sea más pudiente o mejor consumidor que Yo.
Todo queda flotando, no hay cimientos, hay ignorancia del otro como persona y de las cosas como meros objetos, ya no son medios o instrumentos, ahora son fines, y a todo problema material e incluso personal se le da la vuelta y se hace cambiable puesto que “cuando la calidad nos defrauda, buscamos la salvación en la cantidad. Cuando la duración no funciona, puede redimirnos la rapidez del cambio”, así todo es volátil, nada perdura, ni el hombre mismo, pues él se va consumiendo, por ello ¿Quién se puede decir consumidor? ¿el hombre o los objetos?

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