
La modernidad se caracteriza por hacer del yo la medida de todas las cosas, al colocar al sujeto como piedra de toque del pensamiento y como el principio en torno al cual se organiza las sociedades. En los últimos treinta años la economía de mercado ha llegado a consolidarse como el principal modo de desarrollo capitalista. Si los pensadores que han promovido con su trabajo tal desarrollo, han tenido la intención de mejorar las condiciones del hombre con” mejores” normas para regir las relaciones entre las personas, su error ha consistido en poner el énfasis en alguna posibilidad de la “naturaleza humana”, es decir que la insistencia del pensamiento moderno en el yo, no implicaría necesariamente individualismo al punto de que los hombres se encuentren completamente desligados, está tendencia al individualismo no es negativo “en sí”, y tampoco está lejos del sentido común, porque lo cierto es que en el desarrollo de la persona no sólo es la dimensión social la que prevalece en su conformación, también su individualidad que no es sólo se reduce a sus características biológicas, y en tal caso para la formación de las personas se requiere necesariamente de lo social y lo individual.
Sin embargo con la insistencia en la propia individualidad y la respectiva responsabilidad de desarrollarla plenamente en la competencia, no excluye que el desarrollo se pueda llevar a cabo con la interacción entre los distintos sujetos, pero si puede abandonar otros valores que fomentan diferentes tipos de relaciones entre los sujetos de una colectividad, que no requieren de la competencia. Otro de los aspectos que se debería tener en cuenta es de tipo arquitectónico, que tiene que ver con la disposición de los espacios en las grandes urbes o a las dimensiones con las que crecen las ciudades que hacen casi imposible la convivencia.
Desde la perspectiva frakliana no es posible renunciar a “lo propiamente humano” si lo que se pretende es construir sociedades que asuman las exigencias que le impone condiciones de vida cada vez más complejas, en esto consiste su propuesta, evitar los reduccionismos, el querer reducir “sólo a”. Dicha propuesta no plantea que pronto se hallará el concepto de lo humano o su misma esencia, pues por un lado impulsa a emprender nuevas maneras de pensar lo humano, pero a la vez invita a asumir los límites de la propia ciencia, límites que hacen de la razón humana una razón finita.
Hay otro aspecto que parece de menor actualidad, su opción por la realización de valores, sin embargo su insistencia en la búsqueda de un sentido, no es algo de lo que los hombres puedan prescindir, porque le es casi inherente, de hecho el mismo Camus lo expresa en las primeras líneas de su libro el Mito de Sísifo, tal vez piense Frankl que no habría que justificar que el sentido se realiza con los valores, sino que es algo que debe de convertirse en praxis.
Sin embargo con la insistencia en la propia individualidad y la respectiva responsabilidad de desarrollarla plenamente en la competencia, no excluye que el desarrollo se pueda llevar a cabo con la interacción entre los distintos sujetos, pero si puede abandonar otros valores que fomentan diferentes tipos de relaciones entre los sujetos de una colectividad, que no requieren de la competencia. Otro de los aspectos que se debería tener en cuenta es de tipo arquitectónico, que tiene que ver con la disposición de los espacios en las grandes urbes o a las dimensiones con las que crecen las ciudades que hacen casi imposible la convivencia.
Desde la perspectiva frakliana no es posible renunciar a “lo propiamente humano” si lo que se pretende es construir sociedades que asuman las exigencias que le impone condiciones de vida cada vez más complejas, en esto consiste su propuesta, evitar los reduccionismos, el querer reducir “sólo a”. Dicha propuesta no plantea que pronto se hallará el concepto de lo humano o su misma esencia, pues por un lado impulsa a emprender nuevas maneras de pensar lo humano, pero a la vez invita a asumir los límites de la propia ciencia, límites que hacen de la razón humana una razón finita.
Hay otro aspecto que parece de menor actualidad, su opción por la realización de valores, sin embargo su insistencia en la búsqueda de un sentido, no es algo de lo que los hombres puedan prescindir, porque le es casi inherente, de hecho el mismo Camus lo expresa en las primeras líneas de su libro el Mito de Sísifo, tal vez piense Frankl que no habría que justificar que el sentido se realiza con los valores, sino que es algo que debe de convertirse en praxis.
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