
Hasta lo investigado en el trabajo de tesis que lleva por título La filosofía de la díada Yo-Tú de Maurice Nédoncelle. Implicaciones del amor, la fidelidad y el compromiso en las relaciones interpersonales, puedo descubrir que el termino corazón, propiamente dicho, no entra en el pensamiento de Maurice Nédoncelle, y tampoco lo referente a los sentimientos a lo afectivo. Sin embargo los afectos y los sentimientos forman parte del hombre y a su vez lo constituyen, por lo tanto eso también lo transmite y otorga en la formación del Nosotros.
Hablamos de comunicación, en donde se establece el primer paso para la formación de una verdadera y autentica relación, y a su vez es la que la sostiene, pues en ella se reconoce –en la comunicación- el medio por el cual se descubre y entra en contacto el Yo con el Tú, haciendo el reconocimiento de las diferencias y similitudes que hay entre ambos, y así entrando en un diálogo más profundo que los conduzca a la reciprocidad.
Cuando el nosotros se va gestando y va encontrando forma en el amor, tiene la implicación de los afectos de las personas, pues estos forman parte de la historia, el presente y las aspiraciones de cada uno de ellos. Ya que hemos hablado de un Nosotros, considero es conveniente ahondar en aquellos que forman esa comunión, ya que ellos, de manera personal, desde su condición y sus circunstancias poseen un corazón, el cual lo entregan y no otro más que el propio; de ahí que la acción con y para los hombres por parte del Yo, y la podemos vincularnos con el acto de donación, el cual responde a la dinámica que sugiere todo bien en cualquiera de los grados, a ello habrá que aclarar que “la generosidad es el amor sin reciprocidad. Si provoca la reciprocidad, no la busca ni la experimenta como una dicha. Puede acogerla, pero como un beneficio inmerecido, tal estado del alma es designado con la expresión de amor puro; pero hay en ella huella de egoísmo.” ; es cierto que en el discurso inicial de Nédoncelle se habla de reciprocidad, pero ahora, en esta parte nos propone a la generosidad como modo de alcanzar la reciprocidad, como ya se ha dicho, la donación desinteresada con el simple afán de promover al Tú, trae por añadidura el perfeccionamiento propio; pero, en principio la autorrealización no es el fin, de lo contrario caeríamos en la afirmación de considerar al otro hombre como un medio y no como un fin.
Tratando de responder a una de las afirmaciones anteriores en donde se comentaba que el hombre para reconocer a los valores y empezar a adherirlos a él tiene que entrar en una dinámica de soledad, no es que se quede en este estado, sino que es a partir de él como se puede conocer más profundamente a sí mismo y puede salir con mayor vigor al encuentro con el otro, por lo tanto, “al comprender la soledad del otro, nos es revelada y a la vez retirada la nuestra. La comunión no consiste en añadir dos aislamientos, sino en liberarse del propio por la percepción activa de aquel en que el otro se encontraba. […] Al transformarnos por la presencia del otro, modificamos misteriosamente su esencia, puesto que actúa en nosotros.” , eso nos lleva de antemano a pensar en las implicaciones que tiene el amor, el compromiso y la fidelidad en las relaciones interpersonales, cuestión que abordaremos en el segundo capítulo, y nos conduce a ello porque la comunión en la díada surge del encuentro de dos personalidades, dos historias, dos circunstancias, dos soledades, etc., que se encuentran y la una percibe a la otra como semejante y se ve en la capacidad de donarse para unir y comulgar con ella.
Casi para concluir, Nédoncelle aporta que no es la díada la perfección en la relación humana, sino la generosidad, pues en ella encuentra la realización y la respuesta del amor que procede de Dios, es así como se efectúa la theádra, es cierto, el hombre y sus relaciones son del todo vulnerables, en tanto que exige de las partes correspondencia, pero la generosidad, como grado excelso de amor rebasa y puede conducir a la díada; en palabras de nuestro autor sería: “la ausencia de la reciprocidad visible muestra que las díadas creadas son inestables, desiguales y precarias. La generosidad abre tal vez las puertas del cielo; procede de una comunión que reside en Dios y encuentra en Él la esperanza de desarrollarla. […] la comunión de las conciencias debe realizarse en un mundo que crea laboriosamente y a veces con penalidades” , aquí se manifiesta que la realidad humana no es un mundo acabado y pleno, sino que es perfectible, construible e inacabado, en el que se reconoce que hay maldad, error y fealdad, pero que no obstante el hombre lo puede superar y trabajar de tal modo que no sólo se perfeccione la conciencia propia, sino que a la vez que transformo mi Yo pueda transformar a la sociedad y a mi entorno.
Hablamos de comunicación, en donde se establece el primer paso para la formación de una verdadera y autentica relación, y a su vez es la que la sostiene, pues en ella se reconoce –en la comunicación- el medio por el cual se descubre y entra en contacto el Yo con el Tú, haciendo el reconocimiento de las diferencias y similitudes que hay entre ambos, y así entrando en un diálogo más profundo que los conduzca a la reciprocidad.
Cuando el nosotros se va gestando y va encontrando forma en el amor, tiene la implicación de los afectos de las personas, pues estos forman parte de la historia, el presente y las aspiraciones de cada uno de ellos. Ya que hemos hablado de un Nosotros, considero es conveniente ahondar en aquellos que forman esa comunión, ya que ellos, de manera personal, desde su condición y sus circunstancias poseen un corazón, el cual lo entregan y no otro más que el propio; de ahí que la acción con y para los hombres por parte del Yo, y la podemos vincularnos con el acto de donación, el cual responde a la dinámica que sugiere todo bien en cualquiera de los grados, a ello habrá que aclarar que “la generosidad es el amor sin reciprocidad. Si provoca la reciprocidad, no la busca ni la experimenta como una dicha. Puede acogerla, pero como un beneficio inmerecido, tal estado del alma es designado con la expresión de amor puro; pero hay en ella huella de egoísmo.” ; es cierto que en el discurso inicial de Nédoncelle se habla de reciprocidad, pero ahora, en esta parte nos propone a la generosidad como modo de alcanzar la reciprocidad, como ya se ha dicho, la donación desinteresada con el simple afán de promover al Tú, trae por añadidura el perfeccionamiento propio; pero, en principio la autorrealización no es el fin, de lo contrario caeríamos en la afirmación de considerar al otro hombre como un medio y no como un fin.
Tratando de responder a una de las afirmaciones anteriores en donde se comentaba que el hombre para reconocer a los valores y empezar a adherirlos a él tiene que entrar en una dinámica de soledad, no es que se quede en este estado, sino que es a partir de él como se puede conocer más profundamente a sí mismo y puede salir con mayor vigor al encuentro con el otro, por lo tanto, “al comprender la soledad del otro, nos es revelada y a la vez retirada la nuestra. La comunión no consiste en añadir dos aislamientos, sino en liberarse del propio por la percepción activa de aquel en que el otro se encontraba. […] Al transformarnos por la presencia del otro, modificamos misteriosamente su esencia, puesto que actúa en nosotros.” , eso nos lleva de antemano a pensar en las implicaciones que tiene el amor, el compromiso y la fidelidad en las relaciones interpersonales, cuestión que abordaremos en el segundo capítulo, y nos conduce a ello porque la comunión en la díada surge del encuentro de dos personalidades, dos historias, dos circunstancias, dos soledades, etc., que se encuentran y la una percibe a la otra como semejante y se ve en la capacidad de donarse para unir y comulgar con ella.
Casi para concluir, Nédoncelle aporta que no es la díada la perfección en la relación humana, sino la generosidad, pues en ella encuentra la realización y la respuesta del amor que procede de Dios, es así como se efectúa la theádra, es cierto, el hombre y sus relaciones son del todo vulnerables, en tanto que exige de las partes correspondencia, pero la generosidad, como grado excelso de amor rebasa y puede conducir a la díada; en palabras de nuestro autor sería: “la ausencia de la reciprocidad visible muestra que las díadas creadas son inestables, desiguales y precarias. La generosidad abre tal vez las puertas del cielo; procede de una comunión que reside en Dios y encuentra en Él la esperanza de desarrollarla. […] la comunión de las conciencias debe realizarse en un mundo que crea laboriosamente y a veces con penalidades” , aquí se manifiesta que la realidad humana no es un mundo acabado y pleno, sino que es perfectible, construible e inacabado, en el que se reconoce que hay maldad, error y fealdad, pero que no obstante el hombre lo puede superar y trabajar de tal modo que no sólo se perfeccione la conciencia propia, sino que a la vez que transformo mi Yo pueda transformar a la sociedad y a mi entorno.
Me centro en la noción de generosidad, entendida como la donación desinteresada con el simple afán de promover al Tú, cuestionando un poco si es real que exista, en primer lugar una donación desinteresada, y si mas bien se trata que toda acción siempre con lleva un interes y por lo general, individualista, y en segundo lugar, si en verdad es una promoción del otro, o en realidad una promocion de si mismo, son cuestiones con las que me quedo para reflexionar, y propongo para la reflexión.
ResponderEliminar