martes, 30 de junio de 2009

CIUDADANOS EN UN MUNDO NUEVO


Definitivamente el tema de la ciudadanía es muy actual, por que implica diversos y variados aspectos, desde los filosóficos, hasta los pedagógicos, politicos, culturales, etc. De fondo parecen estar proyectos de tipo universalistas, y los de tipo relativista. El eterno dilema de la unidad y la multiplicidad, del nacionalismo, frente al cosmopolitismo. Pienso que como muchos problemas, se resuelve con un equilibrio entre ambas posturas. No podemos negar la unidad de las personas, por que, en efecto, nos desarraigamos, perdemos identidad, no sabemos quienes somos, de donde venimos y hacia donde vamos. Pero por otra parte, tenemos el reto del otro, del prójimo, del diferente, del extranjero, que parece ser una amenaza, un enemigo del cual hay que cuidarse. Sin embargo, la época actual nos obliga por un lado, a la apertura del otro, pues el mundo se ha globalizado, y cada vez más nos ponemos en contacto con los que son diferentes y extraños a nuestra realidad. Pienso que una concepción de ciudadano de mi lugar de origen y ciudadano del mundo, tendrá que ser cada vez una conciencia en la que debamos de crecer, entendiendo por ciudadano del mundo no aquel que viaja por todo el mundo, de turista, vagando sin sentido, sino aquél madura la idea de encontrarse en un mundo cada vez interrelacionado, con interfencias, cruces, etc.

Donde los pensamientos son cada vez más diversos, el encuentro entre las culturas más cotidianas, aunque no de una manera paritaria, ni uniforme, pero que nos invita a vivir lo diferente, lo nuevo, lo extraño, lo diverso. En este sentido, nuestra formación deberá favorecer el arraigarnos en nuestra identidad, costumbres y tradiciones, pero sin caer en un etnocentrismo, sino abierto al otro, para comprenderlo, aceptarlo y crecer junto con él. Nuestro tiempo, como en otras épocas, esta cambiando, y nos esta llevando hacia un cambio de mentalidad, no para la autodestrucción de nosotros mismos, sino para seguir de camino, juntos, la humanidad, hacia un destino, que de momento parece incierto.

lunes, 29 de junio de 2009

Ciudadania



Sobre la ciudadania

En cuanto al aspecto de la ciudadania se refiere, es importante llevar acabo la reflexión, con respecto a este tema tan poco claro a simple vista. El vivir en comunidad, nos lleva primeramente a ese encuentro con el otro, como decian los antiguos griegos, a apartir de la polis, es como se viene desarrollando este concepto de ciudadano, es decir, aquel que comparte características comunes y diferentes a la vez, y que éstas se encuntran regidas por normas, que benfecian a los individuos que se desarrollan en una realidad determinada. La ciudadania, es el estar y ser en el mundo. Para que exista una ciudadania, forzosamente debe de existir el e stado, ya que éste es el que a nivel común, se encargará de establecer normas y leyes, en vistas al bien común del ciudadano. El ciudadano tiene a su vez, gran responsabilidad, y e s aquí que menciono que depende de el la cuestión ética, con la cuál debe actuar para amnifestar su existencia. Resalto que la moralidad se encuentra ya establecida en el pablo, de las costumbres y tradiciones que lleve acabo la ciudad, es por esto que aquí lo que entra en juego en cuestión de conductas, es mas la parte ética de cada ciudadano.

El estado tiene como primer tarea, el bien de las sociedades, un reflejo de ello, se encuentra, en el aspecto de justicia que reparte a los ciudadanos. La responsabilidad, invita no solo al e stado, sino a cada miembro de este, para poder llevarla acabo, sino se tendría erroneamnete el pensamiento de que del estado, es toda la responsabilidad de lo que pasa con la vida de los ciudadanos, lo q ue es que cada uno en cooordiancion con el e stado, es parte activa del buen funcionamiento de la ciudad. El término de ciudadano, no remite sólo a un término, sino que es propiamente una forma de ser, es decir que quien se dice ser un ciudadano, tiene per se una carcaterística propia de estar en el mundo.

Los términos de multiculturalidad y pluriculturalidad, deben de tenerse presentes en la ciudadania. El primero haciendo resaltar todas la semejanzas que tiene los individuos que viven en una ciudad, y el segundo como aquellas diferencias que cada individuo aporta tanto para enriquecer o para llevar al estado en detrimento de cada miembro activo que se encuentra ahí.
La ciudadania tiene que ver con la puesta en comun, no solo de aspecto materiales, sino de mi propio ser, hace comunidad con las autoridades, tiene esa capacidad de relción con los otros, y que sobre todo, es partícipe de la democaria que existe en el lugar en que se desarolla, esto como corresponsabilidad que tiene el individuo para su ciudad u estado.

miércoles, 17 de junio de 2009

La condición de lo humano

Habiendo analizado la condición del ser humano, pasamos al a analizar el ser histórico del ser humano. El ser con los demás y para los demás pertenece al núcleo mismo de la existencia humana. No es posible olvidarse por completo del otro, de los demás. El ser con los demás, en su significado más profundo, significa que el hombre no está nunca sólo. Su existencia personal está en comunión con los demás. La existencia se desarrolla y se realiza junto con otros en el mundo.

1. La revelación del otro.

La experiencia personal con el otro es imposible negarla en la práctica, es una verdad que se impone por su propia fuerza, evidencia primaria. El otro no existe porque yo me haya puesto a pensar y a demostrar su existencia. Su misma presencia es ya exigencia de reconocimiento, llamada que se me dirige, apelación a mi responsabilidad. Por eso mi existencia es inevitablemente una aceptación o una repulsa del otro. Me hago capaz de escoger o de rehusar al otro, de ser alguien para el otro o no serlo.
Esta evidencia primaria se puede iluminar desde diversos puntos de vista, entre ellos la palabra y el amor.

2. Función esencial de la palabra.

Ningún hecho es tan significativamente “humano” como el hablar (la palabra que el otro me dirige y la que yo dirijo a él). “La palabra (el lenguaje, el hablar) es una de las manifestaciones humanas que revelan con más claridad la estructura dialogal e interpretativa de la existencia.”[1] Por medio de la palabra, el varón y la mujer, se dejan conocer y conocen al otro. Y aquí también existe una diferencia entre la palabra del varón, “cosa de hombres”, y la palabra de la mujer, “cosa de mujeres”.
A través de la palabra se transmite la riqueza de la cultura. O sea, que el significado del mundo y de las cosas, se abren mediante la palabra a todo nuevo ser humano que entra a formar parte de la sociedad. La palabra, entonces, es el ambiente en el que el varón y la mujer se hacen concientes de sí. Y no sólo eso, sino que la palabra “procede de un sujeto personal y va dirigida a otro sujeto personal. Es siempre uno el que interpela a otro llamándole por su nombre, dirigiéndose a un tu”. De manera que la palabra escrita no es la única, sino que se refiere también al hombre que habla, que se manifiesta, se dirige a un tu que le responde, y puede lograr un diálogo entre personas.
“El pensamiento humano se realiza bajo la forma de un pensamiento discursivo o dialogal”.[2] Esto significa que el hombre piensa en palabras, no es posible un pensamiento puro. Incluso el diálogo interno con uno mismo se realiza mediante fórmulas y expresiones de lenguaje, que permite tener mayor claridad en el pensamiento. Sin embargo, el pensamiento no es prisionero de la palabra. Supera a la palabra por todas partes. La palabra no es sólo “desvelamiento” del mundo y de las cosas, sino que es también esencialmente “revelación” de la persona. En la palabra es el otro personalmente el que se anuncia y se expresa, manifestando y comunicando su propia riqueza, su misterio, sus gozos y esperanzas, etc. “La palabra es el lugar mismo de la “revelación”, en donde la realidad metafísica y trascendente del otro se anuncia a sí misma.”[3]

3. La familiaridad con las cosas.

El significado de las cosas no sólo se da a través de la palabra en sentido estricto, sino que pasa por un conjunto de actitudes prácticas que se aprenden en contacto con los demás. O sea, se aprende a familiarizarse con el mundo y las cosas a través de las palabras y las actitudes, ante ese mundo y cosas, de los otros. “Ningún contacto activo y dinámico con el mundo se adquiere sin el contacto con los demás (lo cual no significa ciertamente que la familiaridad con las cosas venga sola y exclusivamente de los demás)”.[4] También el contacto con la cultura de cada quien ayuda a ubicarse circunstancialmente. El trabajo, por lo general, ha sido y es un trabajo en colaboración con otros.
Por otro lado, la aparición de un mundo objetivo puede decirse que está vinculada al encuentro tu-yo, “G. Marcel ha puesto muy acertadamente de relieve que se usa la segunda persona (tu), siempre que se puede esperar una respuesta.”[5] Por tanto, en la comunión y en el diálogo, esto es, en la palabra, se revela también la dimensión de objetividad.[6]

4. El amor de los demás y el amor a los demás.

El amor ilustra la relación interpersonal de la existencia. El amor recibido de los demás es uno de los factores más determinantes para el desarrollo y el equilibrio de la persona. “El hombre se percibe a sí mismo al salir fuera de sí, en el contacto con el otro. Por eso se percibe a sí mismo como persona, como ser de bondad y libertad, cuando el otro lo trata como tal. A través de la palabra de amor y del lenguaje de amor de otra persona para con él, el hombre toma conciencia de sí y de su propia dignidad humana”.[7] Eso quiere decir que el ser persona se fragua en la medida que hay relación amorosa con los otros. No hay persona sin capacidad de amar, y no hay capacidad de amar si el hombre no sale de sí hacía el encuentro con el otro, aunque también implica la acogida, como la recepción hospitalaria del otro en el mundo personal.
Se trata de recibir amor, de ser amado, y de dar amor, ser amante, y esto se realiza mediante el lenguaje de la afectividad, o sea, un amor verdadero y profundamente humano, pero que no se queda restringido al nivel objetivo, impersonal y platónico, sino que se expresa en toda la plenitud del lenguaje afectivo.
La ausencia de amor en los primeros años de la infancia puede llegar a ser catastróficos para la persona, porque le puede provocar graves desequilibrios y profundas perturbaciones de la personalidad. Por eso la mayor parte de los inadaptados proceden de familias desunidas, donde las relaciones de amor están distorsionadas o quizás no existan.
El niño tiene necesidad de ser amado por los demás: “ser amados por otra persona debe ser considerado como una condición de base para la convivencia humana y social.”[8] Así, la capacidad de amar y de libertad de cada persona dependen, en gran manera, de haber recibido amor auténtico y verdadero. Por tanto las relaciones interpersonales están marcadas por la recepción del amor como “gracia”.
Sin embargo, Nédoncelle defendía que quizás todo amor que se recibe de otro incluye en sí mismo la exigencia de la reciprocidad. [9] O sea, que la “gracia” del amor recibido, implica en sí misma la correspondencia, aun cuando está no es exigencia, se convierte en un medio de liberación de la persona: “escuchando y acogiendo la llamada del otro (del pobre, del necesitado, de la persona amada…), el hombre se libera a sí mismo, desata las fuerzas creadoras que lleva dentro de sí y las pone al servicio del reconocimiento de los demás.”[10] Por tanto asumir la responsabilidad frente a la persona amada es como se madura en humanidad. De esta manera, el hombre para llegar a ser él mismo, tiene que acoger la llamada del otro y que, de hecho, se convierte en lo que es en esta obra de reconocimiento y de promoción del otro. Dice Schillebeeckx:

El hombre es un ser que no se realiza a sí mismo más que entregándose a los demás; que no se posee en sí mismo más que abriéndose a su prójimo… La persona no se realiza, no se perfecciona interiormente más que en la intersujetividad de las relaciones “yo-tu” en el seno del mundo”.[11]

Con esto se quiere decir que el hecho fundamental es que todo hombre es interpelado como persona por otro ser humano, en la palabra, en el amor, en la obra. Uno se hace hombre por gracia de otro, amando, hablando, promoviendo al otro. La relación con la otra persona es por tanto una dimensión constitutiva del hombre, es decir, de la condición de lo humano.
[1] Cfr. Joseph Gevaert, El problema del hombre, Sígueme, Salamanca, 1981, p. 48.
[2] Idem.
[3] Ibid., p. 51.
[4] Ibid., p. 52.
[5] Ibid., p. 53.
[6] Cfr. Idem.
[7] Ibid., p. 54.
[8] Ibid., p. 55.
[9] Cfr. M. Nédoncelle, Vers une philosophie de l´amour, Paris, 1946, p. 13.
[10] Cfr. Joseph Gevaert, El problema del hombre, Sígueme, Salamanca, 1981, p. 55.
[11] E. Schillebeeckx, Dios y el hombre¸ Salamanca, 1969, p. 205.

San Agustín

Tipos de conocimientos:

1. Conocimiento sensible :

El hombre interior conoce estas cosas por medio del hombre exterior; yo, el ser interior yo el alma las he conocido por los sentidos de mi cuerpo
“Los animales, pequeños y grandes, la ven (belleza), pero sin poderla interrogar, pues en ellos no hay razón alguna”.

¿Quién es ese Dios al que yo amo?

“Interrogué a la tierra y me contestó: «Yo no soy tu Dios.» Cuanto vive en su superficie me ha contestado lo mismo; he interrogado al mar y a sus abismos, a los seres animados que en el evolucionan, y me han contestado: «No somos tu Dios; busca por en sima de nosotros.» He interrogado a los soplos aéreos, y el reino del aire con sus habitantes me contesto: «Anàminimes de equivoca; yo no soy Dios». Interrogue al cielo, al sol, a la luna, a las estrellas: « Tampoco nosotros somos Dios, el Dios que tú buscas», me afirmaron. Entonces dije a todos los seres que rodean las puertas de mis sentidos: «Habladme de mi Dios, puesto que no lo sois, decidme algo de Él.» Y me gritaron con voz poderosa. «Es Él quien nos hizo.» yo les interrogaba con mi propia contemplación, y su contestación era su belleza”.

Ejemplo:

cuando el uno (animal) no hace más que verlas, mientras que el otro (el hombre) las ve y las interroga; no aparecen bajo un aspecto diferente al uno o al otro; pero mostrándose iguales al uno y al otro, permanecen mudas para el uno, mientras contestan al otro. O, por mejor decir, hablan a todos, pero sólo las comprenden los que comparan aquella voz venida del exterior con la verdad que llevan en sí mismos.
Este tipo de conocimiento no le permite del todo a san Agustín conocer en profundidad aun sigue en esa búsqueda.

2. Conocimiento racional:

Aquí juega un papel muy importante la memoria ya que es allí, en efecto donde dispongo del cielo, de la tierra, del mar..., es allí donde vuelvo a encontrarme a mi mismo, de las cosas que hice..., es allí donde esta consignado todo aquello de que me acuerdo, por mis propias experiencias o por mi creencia personal.
La memoria, allí donde se encuentran los tesoros de las imágenes innumerables aportadas por las percepciones multiformes de los sentidos. Allí están encerradas todas las imágenes que nos formamos.

Cuando estoy allí, convoco todas las imágenes que me placen. Algunas se presentan en seguida; otras se hacen desear por más tiempo y hay que arrebatarlas a refugios más misteriosos; otras se precipitan en masa, cuando precisamente se buscaba, se deseaba otra cosa, y que, situándose en primer plano parecen decir: «¿somos nosotras, tal vez?» Yo las alejo, con la mano del espíritu, del rostro de mi recuerdo, hasta aquella que yo deseo salga de la nube, y desde el fondo de su refugio se ofrezca a mis ojos.

Y no son simple imágenes, sino que son esos conocimientos mismos que llevo en mi.

Esta misma memoria contiene las impresiones del alma.

Ejemplo:
Me acuerdo de haber estado alegre, sin estarlo ahora; triste, sin que ahora lo esté.

3. Quiero conocer, pero no vasta con mis propias fuerzas humanas es necesario dejarme iluminar por Èl:

Yo sabía qué otra luz debía iluminarla para que participase en la verdad, no siendo ella misma esencia de la verdad. «Vos iluminaréis mis tinieblas», «Vos sois la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene al mundo», y «no hay en Vos ni variación ni eclipse momentáneo»

¡Tarde te he amado, Belleza tan antigua y tan nueva , tarde te he amado! Y estabas en mi interior, y yo estaba fuera de mí mismo! Y te buscaba fuera de mí.
El bien supremo ha hecho, en verdad, cosas que son buenas en menor grado que Èl y por consiguiente creador y criaturas, todos son buenos.

... amaba las bellezas de orden inferior y avanzaba hacia el abismo.

aún no sabía ver la profunda raíz de esas grandes ideas en vuestro arte, oh Dios todo poderaoso «que realizáis sólo maravillas».

mi espíritu recorría las formas corporales. Yo definía lo bello como «lo que gusta por sí mismo»

martes, 16 de junio de 2009

La conciencia histórica y "La vida de los otros"


En lo personal encuentro sumamente rico, para mi tema central (los totalitarismos) lo expuesto tanto en la lectura de María Zambrano como lo visto en la película alemana “La vida de los otros”. María Zambrano, en esta obra en particular centra su reflexión en la relación existente entre la condición humana y su aspecto histórico.

Aterrizando esta cuestión en mi tema, es evidente que el devenir histórico influencia de manera determinante a ciertos regímenes políticos autoritarios que pretenden transformar la condición humana a su parecer.

Algo que aparece en la película es precisamente una rama de estos gobiernos totalitarios, su policía secreta, representada en el personaje protagonista Gerd Wiesler (miembro de la STASI) que precisamente se especializan en actividades de espionaje que poseen diferentes objetivos.

En general opino que todos los aspectos se complementan en mayor o menor medida sin perder la relación histórica que los une

Historia y humanismo

En el texto de María Zambrano se encuentran ideas especiales como la historia, la soledad, pasado, futuro y otros más. ¿Es posible localizar dichos conceptos en la película “la vida de los otros”?, la respuesta es sí; desde el mismo título encontramos implícitas estas ideas, veámoslas poco a poco.
Cómo no hablar de historia, de historia que es heterodoxia, se cruzan las vidas de la gente y se invade el espacio que debiera ser privado; el contexto de la película nos remite a una época socialista de un poder grande por parte del Estado y sobre todo una ambición por controlar a la sociedad. Dicha actitud es perjudicial para el individuo, un exceso de control puede obligar a la huída trágica: el suicidio, que no es un acto aislado como se puede pensar, es que el suicida se hace notar a los que lo rodean, del cuerpo inanimado se puede oír la protesta, el grito que “ante una generación que mata a miles de personas sólo puede hacer una cosa: condenarla” (a la generación)[1], y las manos sin vida del que ha anulado la posibilidad de tener un nuevo día impulsan y dirigen hacia la revolución, esto es el proceso instantáneo en el cual el hombre occidental ha soñado y querido librarse de la pesadilla histórica[2], el hombre individual puede escapar como el actor que se quita la vida en la película; el hombre en plural puede renunciar a la pesadilla sólo con un cambio visible como el muro de Berlín que cuando cae es más que escombro de concreto… es escombro de ideologías.
La muerte de Christa Maria es importante. Ella ha traicionado e ignora que no hay peligro, pues el agente ha ayudado al escritor escondiendo la máquina de escribir y evitando la gran evidencia delatadora. La bella actriz ya no confía en un buen porvenir, es oscuro el horizonte que ella ve y prefiere que el camión la golpee más que soportar los golpes del recuerdo, del remordimiento de haber traicionado a su “amado”, que quien sabe que tan amado porque recordemos en la antigua Grecia que los enamorados eran los mejores guerreros en el campo de batalla porque eran capaces de dar la vida por sus amados[3], no cabía la traición. La ignorancia la hizo huir, es que ella no sabe que ya no hay problema, tiene miedo, cómo no si ya la decía Epicuro: lo que ignoramos nos aterra por eso el hombre debe buscar conocer para ser feliz; si la dama supiera que ya no hay peligro otro final hubiera ocurrido, aunque el final que vimos es bueno, hay recompensa para el agente espía, le dedican un libro a aquel que, a la historia, le inyecta la necesaria dosis de humanismo.
[1] Albert Camus. El hombre rebelde. España: Aguilar.
[2] María Zambrano. Persona y Democracia.
[3] Ver Platón. Banquete. Gredos, 2000.