Quisiera comenzar diciendo que el hombre sale siempre de sí para buscar lo que necesita. Ese movimiento de búsqueda fue denominado por los griegos “Eros”. Para ellos “Eros” implicaba una tendencia del hombre para buscar y encontrar lo valioso, es decir, aquello que lo perfecciona y que le ayuda a completarse. Se trata pues de una tendencia constitutiva del hombre.
El “Eros” implica, pues, una salida de sí en busca de plenitud. Así, por ejemplo, el varón busca a la mujer, como a su complemento natural, y, en unión con ella, da vida a nuevos seres. Al procrear, hombre y mujer tienen la impresión de desbordar sus propios límites, de ser llevados y casi arrebatados por una energía que parece superarlos y los enardece. Este enardecimiento lo interpretaron los griegos como una especie de “locura” –un salirse de sus casillas-, y, por salirse a instancias de una fuerza superior, la consideraron como una locura “divina”. Para los griegos, lo divino era la personificación de lo perfecto; perfecto en bondad, belleza, justicia, amor… Este salirse de sí enardecido fue considerado a veces como un ascenso hacia lo perfecto en sentido religioso, y dio lugar a confusiones lamentables. Se olvidó que el salir de sí presenta dos modalidades básicas: una ascendente y otra descendente.
El mero salir de sí no indica ascenso a lo perfecto; puede ser sólo un desbordamiento de límites, una efervescencia biológica y psicológica. En cambio, en una salida de sí ascendente, cuando el impulso ardoroso hacia la unión no se queda en el nivel de la mera pasión sino que más bien se eleva al nivel de la entrega personal. La pasión es, literalmente, algo que padecemos, porque es provocada por una pulsión instintiva que busca saciedad; es decir, la ansía de llenar un vacío. El varón que se deja llevar de esta pulsión busca a la mujer como un “medio para saciar su apetito”. Y lo mismo la mujer respecto al varón. Esta actitud centrada en uno mismo es propia de nuestra relación con los objetos. La pasión, a solas, toma al otro como un objeto, y lo convierte en “utensilio”, es decir, lo convierte en su “medio para la obtención de su fin”. Así, hay hoy en día muchas personas que dicen amarse, cuando en realidad esa es una falacia de las más grandes, porque en realidad no se aman, ni si quiera se quieren, solo se apetecen.
En contraste que la entrega personal implica donación, ofrecer lo que uno tiene, sobre todo afecto y capacidad de crear vínculos estables y fecundos. El amor personal entraña en su interior creatividad. No cosifica al otro sino que lo considera y respeta como una realidad abierta, capaz de ofrecer posibilidades y recibir otras en orden a crear una relación fecunda para ambos. Este ofrecer y recibir posibilidades es una actividad creativa. El amor personal se mueve en un nivel superior y distinto al del manejo interesado y utilitario de los objetos que nos sirven, los cuales los utilizamos y no pocas veces los desechamos. Es necesario, integrar la pasión (vista con mera apetencia - con el amor personal) entendido como voluntad de crear relaciones amistosas, oblativas, fecundas, dentro de un proceso de maduración de la primera atracción. Con no es mi intensión rechazar la apetencia, que tiene un valor, porque manifiesta vitalidad, apertura a seres complementarios y la lleva a su máxima realización.
Así, mi propuesta no tiene por objetivo rechazar al “Eros” ni mucho menos envenenarlo o satanizarlo como algunos lo han hecho, sino más bien de mi intensión es “sanearlo” para que se vea su verdadera grandeza. Lo que quiero decir con “sanearlo” es que conviene entenderlo en el sentido positivo de integrarlo con una actividad creativa que le otorga su pleno sentido y evita que degenere en un movimiento de vértigo o fascinación.Pues si ejercitamos el “Eros” de forma egoísta, autonomizamos la atracción por lo que tiene de placentera y no la trascendemos hacia la creación de una forma estable y fecunda de unión. Y simplemente nos quedamos así en un nivel menor.
El conflicto no se da propiamente entre el cuerpo y el espíritu, entre las pulsiones instintivas y las pulsiones espirituales, sino a mi parecer el problema debate entre el egoísmo y la generosidad, entre la entrega arrebatada a la embriaguez de la unión corpórea y la entrega lúcida a la búsqueda de la felicidad del ser amado. La primera forma de entrega está realizada con una mera “libertad convencional”, la capacidad de buscar la propia satisfacción. El segundo tipo de entrega supone una “libertad creativa”, que es la verdadera libertad del ser humano, la manifestación más clara de la armonía que reina entre cuerpo y alma, entre las energías de los instintos y las que proceden del auténtico ideal de la vida, que es el ideal de la unidad.
Cuando se ejercita esta forma de verdadera libertad, no se degradan las energías sexuales; sino que se les sitúa en su verdadero orden, se les otorga toda su nobleza, se les confiere su pleno sentido, se las dota de una insospechada belleza. Ya sabemos que tener sentido es estar bien ordenado, y el orden fue considerado desde antiguo como la fuente de la más honda belleza. Integrar “Eros” al amor personal (Ágape) no significa, pues, depreciarlo, dejarlo de lado, empequeñecerlo, y menos despreciarlo o, todavía peor, envilecerlo. Todo lo contrario. Es hacerlo salir de sí para elevarlo y salvar, por elevación, el riesgo de que se convierta en un movimiento de fascinación o vértigo. El “Eros”, vinculado de raíz con el amor personal (Ágape), constituye la forma auténtica de “éxtasis”. Así, la posibilidad de integrar ambas energías humanas (Eros y Ágape) depende de que adoptemos una actitud de generosidad, no de egoísmo. El egoísmo escinde; en cambio, la generosidad une sin fusionar, es decir, integra.
Bibliografia:
AGUSTIN, H., Las Confesiones, Madrid 1991, 620pp.
BRAVO, J., Eros y Ágape, Barcelona 1969, 225pp.
CALAME, C., Eros en la antigua Grecia, Roma 1992, 225pp.
OVIDIO, Arte de Amar, Madrid 2001, 219pp.
PLATÓN, Banquete, Madrid 1969, 218pp.
XIRAU, J., Obras Selectas, Tomo I, México 1996, 359pp.
martes, 19 de mayo de 2009
“Las razones del corazón, la razón no las conoce"
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Hare mi comentario desde el pensamiento de Foucault, por un lado, argumentas que el hombre siempre sale de sí para buscar lo que necesita, para alcanzar su plenitud, sin embargo cabe la posibilidad de que el hombre no necesariamente salga de si, y aun asi, conseguir lo que busca, e inclusive, sentirse pleno, por que tal vez el egoísmo, represente tambien una forma de conseguirlo, por otro lado, precisamente el dicurso de la generosidad y el egóismo,busca fundamentar ese orden del que hablas, pero por que tendria que ser precisamente ese orden y no otro, pienso por ejemplo, en aquéllos que siendo egoistas hacen mas bien, que aquellos que predican la generosidad, para conseguir únicamente sus propios fines, tal vez el problema entonces radica en la autenticidad, que no tendria que estar ligado forzosamente al amor, o a lo que se quiere decir cuando se expresa la palabra amor, sino que probablemente el egoísta es más auténtico que aquél que dice amar.Bueno hasta aqui mi comentario.
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